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¿Por qué 10.000 millones en concesiones no detuvieron la crisis de los Chalecos Amarillos?

Frente a un movimiento sin precedentes, el presidente Macron y su gobierno, desorientados y obligados a actuar, cedieron finalmente a las primeras reivindicaciones el 10 de diciembre: abandono del impuesto sobre los carburantes, anulación del aumento del CSG para los pensionistas cuyos ingresos sean inferiores a 2.000 euros, aumento de 100 euros del SMIC para más de 5 millones de asalariados y autónomos, horas extraordinarias exentas de impuestos, prima excepcional de 1.000 euros exenta del impuesto sobre la renta, etc...

La suma de estas medidas se estimó entre 10.000 y 11.000 millones de euros. Pero nada ha cambiado e incluso se ha producido una escalada... ¿Por qué?

Tres lecciones de la negociación

 

1. Para negociar se necesitan al menos dos personas.Los intentos del Gobierno de entablar negociaciones con los chalecos amarillos resultó inútil. Los interlocutores autoproclamados para entablar un diálogo con él fueron rápidamente rechazados por el movimiento. Con el apoyo de los ciudadanos, la crisis se agravó a pesar de los patinazos, la violencia y los destrozos causados. En las empresas, los jefes lo saben: para desactivar un conflicto, necesitan interlocutores creíbles capaces de vender un acuerdo a sus bases. En el caso de este movimiento sin precedentes, proteico y que rechaza cualquier forma de representación, en particular por parte de los organismos intermediarios, era por tanto misión imposible y los que acusan al gobierno harían bien en abstenerse o en ser más comedidos.

2. Todos los negociadores saben que hacer concesiones sin ninguna compensación, en lugar de calmar los ánimos, hace que la otra parte sea más exigente y la anima a pedir más.. ¿Por qué? Porque antes se le había explicado largo y tendido que las arcas estaban vacías; y ahora, de repente, bajo la presión ejercida, los cajones de las arcas se abren y vierten sus caudales. La conclusión es obvia: si han cedido, es porque siguen "bajo presión". Lo único que tienen que hacer es aumentar la presión para conseguir aún más. Las concesiones no correspondidas son claramente un incentivo real para portarse mal. Siempre he dicho: " Puedes ceder sin ayudarte a ti mismo ". Pero, ¿podría el Gobierno hacer otra cosa? De forma muy objetiva y para ser justos, dada la inesperada magnitud del movimiento y el uno a uno que lo acompañó, mi respuesta es no. Después, siempre es fácil decir que debería haber suprimido el impuesto sobre los carburantes al principio del movimiento. Pero, si hubiera decidido hacerlo, ¿no habría sido objeto de las críticas más acerbas por reproducir ante la calle el retroceso de sus predecesores?

3. Para resolver un conflicto, hay que identificar y abordar el problema real. Sin embargo, para desactivar esta crisis, el gobierno dio una respuesta esencialmente financiera y presupuestaria. Al hacerlo, reprodujo un modelo típicamente francés de comprar la paz social dando dinero. Por supuesto, el dinero en metálico sirve para aliviar las tensiones. Permite a los representantes del personal volver a su base y proclamar a bombo y platillo que han conseguido arrancar al jefe algunas concesiones tangibles. En realidad, los verdaderos problemas suelen evitarse con la complicidad tanto de la dirección como de los sindicatos. En nuestro caso, si los elementos desencadenantes de la chispa fueron el impuesto sobre el carbono, el CSG sobre los ingresos de los pensionistas o el límite de velocidad de 80 km/h, éstos no fueron más que la revelación de un malestar de fondo. Algunos lo describieron rápidamente en términos de poder adquisitivo o como la expresión de un sentimiento de injusticia fiscal. En realidad, creo que se refiere a necesidades mucho más profundas de reconocimiento, pertenencia y, sobre todo, sentido. Sólo un verdadero estudio sociológico nos permitirá analizar retrospectivamente todos los contornos de esta cuestión. En cualquier caso, espero que las respuestas que salgan del Gran Debate, ejercicio único en los anales de la República, respondan a estas tres necesidades fundamentales. Porque, como dijo el Presidente en uno de los debates, no es restableciendo el ISF (que, por otra parte, sólo se suprimió sobre los ingresos de capital) como mejorará automáticamente la calidad de vida de las personas presentes.

En conclusión: convertir la crisis en oportunidad

Como hemos visto, los chalecos amarillos han rechazado desde el principio cualquier posible recuperación por parte de organismos intermediarios: sindicatos o partidos políticos.

Por tanto, me parece que una de las principales lecciones de esta crisis, que podría en última instancia convertirla en positiva, es aprovecharla para reinventar el diálogo social en Francia. Para ello, los interlocutores sociales -sindicatos y patronal- deberían revisar a fondo sus modos de trabajo tradicionales. Con las generaciones Y y Z, cuyas relaciones con sus empresas han cambiado profundamente, y en presencia de redes sociales cuyo impacto está llamado a crecer en la forma de expresarse de los ciudadanos, las respuestas que se suelen dar son cada vez menos satisfactorias. Si no se produce esta transformación, quedarán aún más marginados (de lo que ya están) porque serán cada vez menos representativos.

El debilitamiento de los sindicatos sería desgraciadamente muy grave para el buen desarrollo del diálogo social, porque ya no habría intermediarios fuertes y creíbles entre los ciudadanos y el gobierno. En efecto, no es posible negociar con 50.000 personas que sólo se representan a sí mismas, ni celebrar cada mañana un referéndum a gran escala para sondear a los empleados de una empresa o a los ciudadanos de Francia.

Ver también

MASTERCLASS: Liderazgo, la influencia positiva - Eduard Beltran

el Centro Europeo de Negociación, citado en Le Point.

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