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¿Por qué la escucha puede conducir a veces a un diálogo de sordos?

A nadie se le escapa la actualidad que rodea al movimiento de los "chalecos amarillos" desde hace tres meses. Como en una obra de teatro, pronto estaremos en el acto XIV y parece que durará hasta las elecciones europeas. Todos los medios de comunicación lo han asumido, dando la palabra en la calle y en el escenario a manifestantes, gobierno, políticos de todo pelaje, sindicatos, cargos electos locales, intelectuales, sociólogos, expertos y conferenciantes de todo tipo.

¿Qué oímos?

 

Ante esta crisis y conflicto, todos se quejan de no ser escuchados, de no sentirse comprendidos ni oídos, de sentirse despreciados, rechazados y engañados, en una palabra de falta de diálogo. Todos se culpan mutuamente del problema y todos se sienten frustrados. Las emociones fuertes se expresan (ira, odio, envidia) y dan lugar a patinazos y enfrentamientos graves, hasta el punto de que hemos asistido a escenas de violencia inaceptable, guerrillas urbanas y casi insurrecciones.

Aunque, por supuesto, se invitó a matones profesionales a las manifestaciones, los desmanes fueron innumerables: saqueo del museo del Arco del Triunfo, destrucción y pillaje de comercios y mobiliario urbano, destrucción de cabinas de peaje y radares 50%, amenazas a políticos y periodistas y un simulacro de decapitación del Presidente de la República. Todo ello, bajo la mirada indulgente y complaciente de una parte de la clase política cuyo único objetivo es recuperarles y atraer a su clientela, pero sin conseguirlo realmente.

La propuesta de diálogo del gobierno, aunque tardía, fue cortada de raíz por la dificultad de nombrar representantes creíbles y aceptados por todos. Esta es la primera condición para resolver una crisis. Para negociar, hacen falta al menos dos personas.

Sentarse en torno a una mesa para escuchar y dialogar 

Para pasar del monólogo al diálogo, hay que saber lo que significa y lo que no significa.

No es 

Para muchas personas, sentirse escuchadas y comprendidas pasa necesariamente por recibir la aprobación de la otra parte en sus pretensiones o propuestas. Para conseguirlo, las partes implicadas se lanzan a secuencias de argumentos y contraargumentos que se echan en cara y que, desgraciadamente, no hacen más que empeorar la situación. En este enfrentamiento tan tenso, cada parte se atrinchera, trata de machacar los argumentos de la otra y, sobre todo, espera que sea la otra parte la que se doblegue.

Cuántas veces en las entrevistas con algunos de los chalecos amarillos se repitió una y otra vez: " No se nos escucha porque Macron no ha aumentado el SMIC en 50% como exigimos ". Y cuando algunos raros periodistas señalan que el Gobierno les ha escuchado y ha suprimido el impuesto sobre el carbono, por ejemplo, se hace caso omiso de ello: " Queremos más "A esto siguió una nueva lista de reivindicaciones no previstas al principio del movimiento.

De hecho, esto es indicativo de una triple certeza en la que cada parte está encerrada:

- que ella tiene razón y el otro está equivocado
- que encierra la verdad
- que si hay un problema, es necesariamente culpa del otro

Se trata de un claro rechazo al diálogo por parte de los mismos que lo reclaman. ¿No es de extrañar entonces que esto conduzca a un diálogo de sordos, a una prueba de fuerza o, en el peor de los casos, a una retirada generalizada?

Pero, como está escrito en este bonito texto Cartas a Nour de Rachid Benzine leído en el teatro por Eric Cantona: " Lo contrario del conocimiento no es la ignorancia, sino la certeza ".

¿Qué es escuchar y dialogar?

Si hay obstáculos para escuchar, es porque muchos confunden escuchar con estar de acuerdo. En consecuencia, le tienen miedo y huyen del intercambio. Sin embargo, dialogar significa aceptar aparcar temporalmente las propias certezas para dejarse atravesar por el punto de vista y las ideas del otro. Esto permite comprender mejor la visión y la percepción del otro y puede conducir a una evolución de nuestras ideas y quizá a un cambio por ambas partes.

Escuchar de verdad es hacer lo contrario de lo que se suele hacer. He aquí algunas prácticas concretas:
-Pasar del deseo de convencer al deseo de aprender.
-Practica la escucha activa.
- Entiende a la otra persona antes de intentar que te entienda a ti. Para ello, escucha primero su versión antes de dar la tuya.
- Ponerse en el lugar del otro para ver y comprender su visión de las cosas.

 

En conclusión

Si quieres que la otra persona te escuche, debes ser capaz de repetir sus argumentos mejor que ella misma. Esta es la condición esencial para que la otra persona te escuche. En nuestros cursos de negociaciónNuestros participantes descubren que no hay nada más persuasivo que estar abierto a la persuasión. Pero cuidado, un malentendido sobre el significado de escuchar conduce a menudo a la incomprensión y a un diálogo de sordos. Escuchar no es necesariamente estar de acuerdo.

Cuando la situación es tensa, ¿a qué dificultades te enfrentas para escuchar y cómo consigues superarlas? Comparte tu experiencia en los comentarios.

Ver también

el Centro Europeo de Negociación, citado en Le Point.

Negociaciones sociales: ¡cuidado con las tres pistas falsas!

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